De noches mágicas y decisiones.

Hola de nuevo,

¿Cómo estás?

Esta es la noche más corta del año: noche mágica para algunos, de celebraciones para muchos; noche de hogueras y deseos, de quemar lo malo, saltar las brasas y bañarse en el mar.

Este año va a ser raruna la noche: sin playas, sin multitudes, sin fiestas patronales, sin mucho lerele. Es rara la noche como raro es todo. La nueva normalidad no es del todo normal y para los que se la han tomado al pie de la letra, advertencias de volver dos meses atrás, confinamiento mediante y sin DeLorean. Veremos.

Sea como sea, ha llegado el verano y con él nuevos olores, nueva luz, nuevos horarios, nuevas actividades, quejarnos de los mosquitos, del calor, del turismo, de tener vacaciones o de no tenerlas. Es tiempo de cerezas, melón y sandía. De amores de verano, de noches largas a la fresca, de contar estrellas fugaces y trabajar menos.

Trabajar menos… mientras veo las letras aparecer en la pantalla del ordenador me pregunto: ¿seré capaz de hacerlo?

Bajar revoluciones.

Trabajar solo los días que me he propuesto trabajar.

Desconectar cuando termine la jornada.

No contestar mensajes ni escribir mails fuera de horario.

No estar disponible 24/7.

Que lo urgente no tape lo que es importante.

Lo importante ahora es parar a respirar, y mis hijos. Estoy agotada. Tantos meses yendo por encima de mis posibilidades me han pasado factura. En cuanto a la salud, un hongo autoinmune hizo su aparición estelar hace unas semanas, sin invitación y ni aviso. Esta nueva dolencia se suma a mi colon irritable y a mis fuertes dolores de cabeza. Todo en marcha casi cada día, todos los días de la semana.

En cuanto a mi salud mental, soy una mezcla de ilusión, creatividad, satisfacción… y también, tras hacer introspección y autocrítica, veo que hay cosas (las de siempre, chica, no aprendo. Bueno sí, pero luego hago como que me he olvidado) que sé que deben cambiar para cuando empiece la próxima temporada en septiembre.

¿Tú también tienes alguna decisión que tomar?

O quizás mejor, ¿tú también tienes alguna decisión de la que responsabilizarte?

Decisiones.

Qué difícil es tomar una determinación en algunos temas importantes: cambiar de trabajo, de lugar en el que vives, romper con una relación en la que sufres, soltar una amistad que ya no tiene sentido.  ¿Cómo vas con eso de tomar decisiones?

Decisión: determinación definitiva adoptada en un asunto. Como segunda acepción la firmeza, seguridad o determinación con la que se hace una cosa.

A veces, no hacerlo entraña mucho más de lo que a priori podría percibirse, pues en la toma de decisiones hay algunas emociones potentes, situaciones personales, tendencias de comportamiento:

  1. Miedo: a hacerlo, a no hacerlo, a arrepentirte, a no ser capaz, a sentir que fracasas, a que sea un capricho, a tirarlo todo por la borda. Un miedo que te bloquea, que te hace tomar “puertas falsas”, que te impulsa a retrasar lo inevitable.
  2. Incertidumbre: es la falta de confianza y certeza en una acción o en tu capacidad para llevar a cabo esa opción.
  3. Pérdida de control de la situación: esa idea terrible de que más vale malo conocido que bueno por conocer, ¿la conoces? Toda decisión implica un cambio y este, a su vez, implica ganar y también perder. ¿Lo que ganas? Salir del agujero en el que te hallas. ¿Lo que pierdes? Que ese agujero te resulta conocido y lo que te espera requerirá recursos que piensas que a lo mejor (quizás, puede ser, ojocuidado) no tienes.
  4. Tú eres tú y tu mochila. En ella están tus vulnerabilidades, experiencias, historia de vida; están las cosas a las que has hecho frente y sobre las que has pensado que no serías capaz de afrontar; también la educación recibida y el entorno en el que te mueves.
  5. Frustración: por hacer, por no hacer, por intentarlo y abandonar a la primera dificultad, por unos resultados que no llegan como esperabas…
  6. Necesidad de ser aprobados por todas las personas del entorno. Ésta es una de las creencias irracionales que existen. Modifica nuestra forma de percibir, recordar y enfrentarnos al mundo que nos rodea. Si mi prioridad es tener a todo el mundo contento, ¿tomaré decisiones que pueden no ser aprobadas por los demás? Por ejemplo, dejar una relación de pareja en la que no soy feliz por no defraudar a mis padres.

Orientaciones de afrontamiento.

  1. Al miedo hay que mirarlo a los ojos exponiéndose a él. Para ello, coge esa decisión y transfórmala en paquetitos a los que puedas hacer frente de forma ordenada y con ciertas garantías de que los superarás. De lo que menos temor te causa a lo que más, un escalón detrás del otro. El miedo hay que atravesarlo.
  • Si esperas a estar 100% segura de algo vas a perder toda tu vida detrás de ello. Así que te hago dos consideraciones:
    • Con la información que tienes ahora y las necesidades actuales, ¿qué quieres hacer?
    • No eres una persona infalible. Vamos, ni tú ni nadie. Puede que lo intentes y fracases, claro que sí. Y puede que lo intentes y salga ni fu ni fa, o incluso puede que lo petes y salga perfectamente. Pero orientaciones al resultado aparte, ¿eres feliz dónde estás? ¿Qué aprenderás sobre ti si lo intentas?
  • Tenemos una falsa idea de que controlamos en cierta forma nuestra vida. Es un autoengaño en el que caemos, una forma de sentirnos a salvo. ¿Qué ocurre cuando tu “estar a salvo” te hace ser una persona infeliz? Obviamente lo que está al otro lado del miedo es algo desconocido. No va a ser una pradera llena de conejos, arcoíris y purpurina, pero tampoco tiene por qué ser mordor.

La otra cosa que quiero decirte sobre este punto es que tener bajo control aquello que por otro lado te está rompiendo es incoherente de principio a fin.

Por último, es normal que dudes, es normal que de vértigo desplegar las alas, alzar el vuelo, salir del nido. Valida todo lo que sientes sin olvidarte de validarte a ti por el camino. No eres tan pequeña como crees, de verdad.

  • Cuidado con decir a diestro y siniestro que el que quiere puede. La mayoría de las veces así es: querer es poder. Decidir(te), responsabilizar(te), elegir(te) es poder. Pero otras veces no es tan sencillo como desearlo porque aquí entra en juego la mochila y todo el peso de sus piedras. Te propongo, para empezar, que cojas esa situación, relación o cambio deseado y hagas una lista de costes y beneficios. Una lista madura, que vaya de lo obvio a lo sutil, teniendo en cuenta el peso de todo cuanto escribes.
  • Acepta que estás en modo on de frustración, acepta que no hay nada que sea perfecto y que pocas cosas terminan siendo un win-win (alguna hay). Tras reconocer y conocer qué te frustra y por qué se mantiene en el tiempo, trata de tener momentos de respiro y afróntalo a pequeños sorbos.
  • No puedes tener contento al mundo que te rodea, de la misma forma que ese mundo no siempre hace lo mismo por ti. Si buscas tu felicidad, bienestar e incluso tu salud, y alguien de tu entorno se molesta porque era más cómodo todo lo contrario ¿te están queriendo bien?

Que tú te rompas en pedazos con el fin de que los demás estén contentos, tranquilos, cómodos, estables, felices… ¿Es sano?

Dejar de ser quien eres, sentir como sientes y hacer lo que necesitas tiene una fecha límite. Ojo, conozco a muchas personas que han llegado a esa fecha límite (incluso más). Los efectos en su persona son terribles.

Responsabilidad

 A veces, las decisiones se quedan como en pausa.

La responsabilidad es la capacidad que todos tenemos para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. 

Sabes qué, cómo, cuándo, dónde y por qué. Pero hay un tope, como el último escalón que sortear antes de ponerse en marcha. Yo lo llamo EL ESCALÓN porque es la madre de todos los escalones del mundo.

¿Qué es?

Es que muchas veces no tenemos por costumbre priorizar nuestro bienestar. Mejor dicho, responsabilizarnos de él.

Quizás llevas meses o incluso años descuidándote en pro a algo/s o a alguien/es y se te ha olvidado que tú también eres. Sientes y padeces. Y aquí es donde me encuentro con EL MURO.

Para empezar a trabajar con ello:

  1. Te invito a que bucees en ti, en lo que mantiene esa falta de amor hacia ti, lo que te aleja de tratarte con mimo y de validar tus necesidades.
  2. Cuando lo descubras me gustaría que vieras cuánto te está quitando (ya no hablo de la decisión que no tomas, hablo de vida. VIVIR).
  3. Que te imagines cómo será tu vida cuando tú también te importes: que harás, que pensarás, cómo te sentirás.
  4. Que hables de ello con la gente que te quiere, no para que te den consejos (no sabes cuánto mal hacen según qué consejos mierder) sino para que tu necesidad sea escuchada, para decirlo en voz alta, haciéndote consciente en cada ocasión del peso que tiene y de tus ganas de soltarlo.
  5. Conecta con tu capacidad de amar a los demás e intenta aplicar esos ítems que usas hacia fuera, para ti.
  6. Hay un ejercicio un poco heavy pero muy útil. Se llama el ejercicio del epitafio: piensa qué frase breve pondría tu tumba si tuviera que reflejar la vida que tienes ahora.
  7. ¿Hasta cuándo?

Me despido deseando que seas feliz, que tengas salud y que te vaya bien en la vida.

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