La butaca

Me presento: soy una butaca gris muy cómoda que sostiene a personas las horas que están con ella, la psicóloga que me compró. Mi objetivo es sencillo: hacer sentir a esas personas cómodas y seguras.

Pasa una cosa. Los primeros días que vienen noto todo su peso. No sus kilos, su peso. El peso que llevan en sus mochilas.

Unas mochilas cargadas de dudas, de dolor, de haberse pospuesto, de personas que no les hacen bien, de familias a las que es mejor tener lejos.

En muchas ocasiones suelen llorar.

¡Qué bueno cuando lo hacen ya que dan un vehículo al dolor para empezar a salir!

Otras ni siquiera pueden hacerlo.

La psicóloga las abraza tan fuerte como puede y cuando se van suspira e incluso, a veces, les presta sus ojos que se inundan en lágrimas y piensa: “¡Joder, menuda historia! ¡La tengo que ayudar!

A medida que van pasando los días, el peso cambia.

Primero cuentan lo que les pasa sin que las juzguen.

Después ponen ordenentienden aquello que les pasa y qué cosas deben hacer de forma diferente para ayudarse.

trabajan. Cada vez que vienen tienen un pedacito más de luz en su alma. Un puñadito menos de dolor.

Desde mi perspectiva noto como incluso, a veces, se deshacen de algunos nudos en directo. También las siento temblar, las siento gritar en silencio, enfadarse y revolverse. A veces creo que saldrán corriendo sin mirar atrás.

También se ríen. Mucho.

La psicóloga que me compró casi siempre consigue sacarles una sonrisa (a veces carcajadas).

Y les lanza preguntas que siento como les duelen tanto como las despierta.

¿Me dejas que te cuente alguna de las historias de las que he sido testigo?

Amor

Recuerdo que un día entró una mujer preciosa y le dijo a la psicóloga que se quería morir. Que lo había dejado con su pareja (el amor de su vida) y que le costaba hasta respirar. Que no podría seguir adelante, que por qué le pasaba siempre lo mismo y que le arreglara la tara porque era evidente que la tenía.

Puede que pienses que esto es desamor y que el título está equivocado. No, no lo está.

Ese día, esa mujer maravillosa no lo sabía, pero estaba empezando a llenarse de amor. Uno de esos que te cambian la vida, que te liberan de muchos patrones y te alejan de todas aquellas personas que son cristales rotos.

Aquel día, aquella chica empezó a cuidarse, a validarse y a quererse.

Los que vinieron después le ayudaron a ver que ya tenía al amor de su vida: ella misma.

Durante este año ha habido muchas de estas historias. En todas ellas la protagonista ha terminado igual de encantada de haberse conocido.

Poder

A veces las personas que se supone que están a tu lado para quererte hacen todo lo contrario, es decir, destrozarte:

Te mienten, te ningunean, te manipulan, te insultan, te gritan, te comparan, te infantilizan, te tratan fatal y te hacen sentir muy pequeña.

Cuando llegan a nosotras, suelen contarnos, casi sin darse cuenta, aquellas vivencias que sienten como normales y que la psicóloga con mucho amor y suavidad les hace ver que no lo son.

Noto como se estremecen cuando cuentan algunos episodios de su vida en la que la violencia lo ha llenado todo. Intuyen que aquello que han vivido las ha cambiado para siempre. Es verdad.

Hace tanto tiempo que ya no se reconocen ni en el espejo que no saben quiénes son, lo que quieren, cómo se sienten o lo que necesitan.

Los primeros días ocupan una parte minúscula del espacio que les pertenece. No se sienten con derecho a nada, ni siquiera a eso.

A medida que trabajan empiezan a ocupar más y más y acaban llenándolo todo.

Y así es como su historia les ha cambiado la vida y esta vez (en muchas no, lo sé) hay otro final feliz. Pocas veces sientes tanto poder como cuando has dejado atrás aquello que te lo ha quitado todo.

Libertad

Hay algo que tienen en común muchas de las personas que se sientan sobre mí y es que se tratan muy mal.

Llevan toda la vida despreciando partes de sí mismas, maximizando pequeños errores, minimizando lo contrario, llenando su baúl de recuerdos de aquello que no ha salido como esperaban y olvidando todo lo que tienen para sentirse orgullosas.

Esto es algo que me sorprende mucho de los seres humanos. ¿En qué momento os han metido en la cabeza que no sois suficientemente buenos?

Ya, he escuchado muchas veces a la psicóloga decir que esto es algo global, educacional, cultural, familiar, personal y que la industria que os vende cosas lo ha hecho muy bien.

Ay… he sentido el dolor punzante y terrible del que se odia a sí mismo. Es como metálico y me da la sensación de que a veces no les deja ni respirar. Autocrítica, negligencia, vómito, castigo físico… son solo algunas formas que adopta, en parte, la idea de no ser válido.

Es cierto que tras un tiempo de trabajo parece que el amor empieza a teñir de color los blancos y negros convirtiendo los polos en algo más que solo opuestos. Y siento como aquellas personas que venían con un ancla se van desprendiendo de ella poco a poco a base de conciencia y constancia.

Esperanza

“Me cuesta levantarme de la cama”. Hilo de voz, oscuridad en las miradas. “No sé para qué seguir con vida”, “no puedo más”.

Siento a esas personas chocar contra mí

El esfuerzo de cada palabra que resuena en todas las paredes donde estamos.

Necesitan algo fuera o dentro por lo que seguir.

A veces parece que no hay forma de reconducir el dolor. Son momentos muy complicados, lo noto.

Pero llega el día, se toca la tecla, se encuentra la forma de encender la maquinaria y pasito a pasito empieza la marcha. Lenta pero segura. Absorbiendo vida.

¡Es tan bonito ver como vuelven a elegir(se)!

Valentía

El miedo acompaña a todas las personas que vienen a vernos. En mayor o menor medida, siendo causa o consecuencia, reciente o crónico.

Suelen sentarse en el borde los primeros días. Supongo que para salir corriendo si suena alguna alarma. Lucha, bloqueo y catástrofe.

Siempre catástrofe.

Ante la duda catástrofe.

¿He dicho catástrofe?

¡Cuánta energía desparramada en escenarios que no van a pasar!

La psicóloga que me compró les enseña pautas, estrategias y herramientas. A reconocer y reconducir; observarse y determinar qué hacer, cuándo y cómo.

A medida que avanza el trabajo, noto como se les van relajando hasta las mitocondrias de las células. Se olvidan de luchar y empiezan a vivir.

En fin, he conocido a un montón de personas este año. Me parece que las personas sois mágicas y extremadamente poderosas. No siempre ni tampoco en todo, pero me fascináis.

Espero conocerte si necesitas a la psicóloga que me compró. Estamos listas para recibirte.

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