Testimonio.

¡Hola!
¿cómo estás?

Una parte importante de mi trabajo consiste en acompañar a mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas o ex parejas. Ya sabes que son situaciones muy dolorosas que dejan consecuencias tremendas.

Hoy no voy a ser yo la que escribe, sino ella. La mujer que te cuenta en primera persona el infierno del miedo y, a la que agradezco en primer lugar la fuerza y entereza con la que afronto cada parte del tratamiento y segundo que comparta con todas y todos sus palabras.
río

MI TESTIMONIO

Qué bonito fue acabar el año 2017 con tus amigos en un recital de poesía.

Pero… quién me iba a decir a mí que iban a transcurrir los dos peores años de mi vida. Lo ves todo ajeno a tu entorno, incluida tú. Hasta que te toca. Y no sabes cómo empieza, ni por qué. Lo único que tienes claro es que estás ahí, encerrada en un círculo del que no sabes salir. ¿Cómo he acabado aquí? Te lo voy a contar porque si en algún momento te ves identificada, hazte el favor y huye.

Eso que dicen de que el diablo viste de Prada… Y, fijaros bien que todos los de mí alrededor se dieron cuenta. Le vieron los cuernos del diablo que era. Pero yo no. Era tan agradable, tan atento, tan romántico, tan… todo. Que ese ‘todo’ también incluia la palabra maltratador.

Os pongo en situación ¿sí? Llevaba 26 años teniendo una opinión del sexo. Como todos y cada uno. Para mí, el sexo no es más que una forma de expresión, de un buen rato, de disfrute, de gozo. Y ya está. Con pareja, sola, con un amigo, con quien sea. Para él, todo eso, era sucio y de mujeres que están enfermas, literalmente. Disfrutar del sexo es de enfermos (en su opinión), qué lo sepáis.

Pues aquí empieza mi historia:

Empezaron las paranoias y las malas miradas. Tal vez tenía razón y no debería haberle mirado (nos fuimos de viaje en barco y dio la casualidad de que me encontré con un antiguo rollete que tuve). ¡Cómo se me ocurría mirarleestando con él! Esto solo fue el principio de un cúmulo de broncas y enfados. Y todo por el sexo.

Y sí, lo habéis adivinado, cogerme el teléfono era parte de su rutina.

Se sumó las rayadas de cabeza porque él necesitaba saber cómo gemí aquella noche (no, no es el chico del barco), qué partes había tocado, cuántos días pasaron desde que nos acostamos. Y yo, ingenua de  mí, le daba bola a explicaciones. Explicaciones que me llevaban a un callejón sin salida.

Era imposible hablar. Era inimaginable poder conversar sobre sexo porque, al final, todo concluía con que yo era una guarra y una puta. No sé cuántas veces llegó a decírmelo, no sé cuántas veces me había humillado y denigrado porque a consecuencia de todo esto, me lo creí.

Mi cabeza dio un vuelco muy fuerte. Cambié mi forma de ver la sexualidad. Cambié mi forma de vestir, mi forma de pensar. Todo por no tener pelea. Por no discutir. Para que siguiera conmigo.

Más allá de las amenazas de dejarme o incluso de darle una paliza al otro tío, llegaron los levantamientos de mano. Si bien es verdad que no llegó a pegarme como tal, no le importaba agarrarme fuerte los brazos, incluso el cuello. El rojizo de los brazos, yo llorando, el gritándome… en la habitación sin poder salir. Un panorama que él veía normal. Y que yo normalicé.

Llegué a un punto de tener miedo al llegar a casa. El corazón me iba a mil, cómo estaría, ¿hoy se había levantado contento o enfadado? ¿Qué cosas habría ‘’descubierto’’ para volver a gritarme y llamarme puta? No lo sabía, todo era una incertidumbre que me mataba por dentro.

Creo que nunca había llorado tanto. Nunca había pasadotanto miedo. Nunca me habían puesto la mano encima. Nunca había tenido discusiones por mi pasado. Nunca. Con él llegó todo esto. 

El maltrato. Qué fuerte me parece decirlo, pero me han maltratado. De una forma que asusta y aterra. Me he dejado un millón de cosas, pero no quiero extenderme porque acabaría escribiendo un libro (y lo haré).

Cuando acabó todo esta vida, pasó un año desde que decidí acudir a una psicóloga. Llevaba un saco conmigo de lastres, inseguridades, miedo, protección, vergüenza, culpa. Necesitaba quitármelo de encima, necesitaba liberarme de toda la carga que tenía en mi cabeza y me limitaba en mi vida social.

Y lo he conseguido. He conseguido volver a ser yo, he vuelto a mis ideas, mis pensamientos. He conseguido dejar de llorar al tener relaciones sexuales, he dejado de castigarme y sentir culpa por lo que me gusta. ¡Basta de torturarnos ya! ¡Basta de exigirnos!

Se sale. Yo lo he conseguido. Tenemos que hacerle frente y ponerle nombre a lo que sentimos, yo he acertado pidiendo ayuda. He trabajado mucho y hay momentos que no son fáciles, pero se puede y se consigue salir.“

El amor no duele.
El amor no hiere.
El amor no insulta.
El amor no pega.
El amor no manipula.
El amor no viola.
El amor no mata.

Me despido no sin antes desear que tengas salud, que seas feliz y que te vaya bien en la vida.

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