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Trauma de apego

Las personas que nos rodean en nuestra infancia influyen de forma determinante en los vínculos que establecemos como adultos. 

En casos de trauma de apego trabajamos en las necesidades emocionales no cubiertas, la ausencia, el abandono e incluso la violencia por parte de nuestros progenitores o personas más cercanas en nuestra primera etapa, las causas más frecuentes de este tipo de trauma.

 

Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)

La exposición a situaciones traumáticas que vivimos -de forma personal o las que ocurren a personas cercanas- e incluso aquellas que consumimos de forma repetitiva y con detalle en medios de comunicación pueden generar síntomas intrusivos, desagradables y persistentes.

La reexperimentación, la evitación, la negatividad o un estado permanente de hiperalerta son síntomas de un trastorno de estrés postraumático que podemos desarrollar más allá del mes posterior al acontecimiento traumático.

 

Trastorno de Estrés Agudo (TEA)

El trastorno de estrés agudo tiene las mismas características que el TEPT, es decir, exposición directa, haber presenciado o conocer un caso próximo de muerte, lesión grave o violencia, y la aparición necesaria de elementos intrusivos, evitativos y alteraciones del estado de ánimo importantes.

Las personas con trastorno por estrés agudo desarrollan reacciones de estrés -ansiedad, desrealización y amnesia, volver a experimentar mentalmente el acontecimiento traumático o un aumento de la excitación- e incluso pueden sentirse emocionalmente insensibles o desconectadas de sí mismas desde los tres días después del acontecimiento hasta el mes posterior.

 

Ansiedad

La ansiedad es una emoción que transitamos cuando nos sentimos amenazados por un factor interno o externo, y es habitual e incluso útil cuando nos pone a salvo de un peligro.

Sin embargo, sentir ansiedad de forma frecuente o intensa, padecer miedo excesivo, terror e incluso pánico interfiere en cómo afrontamos situaciones cotidianas y en nuestra relación con los demás.

 

Depresión

El trastorno depresivo (o lo que llamamos depresión) es un trastorno común que implica un estado de ánimo deprimido o la pérdida del placer o del interés por actividades durante períodos de tiempo. 

Los síntomas que nos alertan de un trastorno depresivo son múltiples y, aunque puede que nos los experimentemos todos, debemos estar atentos ante la tristeza continuada, la irritabilidad y la sensación de vacío, la alteración del sueño, los cambios en el apetito o los pensamientos acerca de la muerte o del suicidio.

 

Autoestima

La autoestima es la percepción que tenemos de nosotros mismos y se construye a través de factores subjetivos como nuestra familia, el entorno laboral en el que trabajamos o los medios de comunicación que consumimos. 

Una autoestima baja conlleva dificultad para aceptarnos, pesimismo, desánimo y dificultad a la hora de poner límites y de expresar lo que pensamos y sentimos. El acompañamiento psicológico nos ayuda a recuperar la confianza y la seguridad en nosotros mismos.

 

Habilidades sociales

Las habilidades sociales son las herramientas que nos permiten relacionarnos con los demás -como por ejemplo, expresarnos, conversar o escuchar de forma activa-. 

Éstas son el resultado de nuestra personalidad, experiencia, educación, contexto y entorno, y se forjan desde la infancia en relación con el entorno familiar y social en el que nos desarrollamos. Con las técnicas adecuadas, los adultos podemos entrenar y mejorar las habilidades sociales.

 

Dependencia emocional

La dependencia emocional se traduce en un vínculo permanente y excesivo respecto a otra persona, hasta el punto de difuminar quiénes somos, qué sentimos o qué deseamos para centrarnos en el otro. 

Sentir inseguridad y ansiedad ante la separación, y creer que nuestra vida está condicionada por lo que hace y siente la otra persona son señales de una dependencia emocional que puede darse en relaciones familiares, de pareja o de amistad.

 

Rupturas sentimentales

Una ruptura conlleva grandes dosis de intensidad emocional. Aceptar lo que se siente, no encerrarse en uno mismo, entender la ruptura o desidealizar el futuro común son grandes pasos que nos ayudan a avanzar tras la separación. 

La ayuda psicológica profesional nos acompaña y nos da las herramientas que necesitamos para aceptar, comprender y trascender nuestras emociones.

 

Duelo complicado

El duelo es el proceso al que nos enfrentamos tras una pérdida y la psicoterapia nos brinda apoyo para gestionar nuestras emociones y pensamientos, y recuperar el equilibrio emocional. 

La ira, la tristeza y la apatía son emociones vinculadas a las diferentes etapas del duelo que debemos transitar para afrontar el futuro con bienestar.

 

Burnout

El estrés laboral prolongado provoca agotamiento físico y mental, desmotivación, e irritabilidad. 

Podemos sufrir síndrome de burnout al estar sometidos a altas dosis de estrés, al sobredimensionamiento de responsabilidades, a la sobrecarga de trabajo, a la falta de recursos o al trabajar en un ambiente laboral complicado.

 

Gestión emocional

Las emociones son indisociables del ser humano y tienen una función adaptativa, por lo que aprender a aceptarlas y comprenderlas resulta vital para nuestra salud emocional. 

La falta de empatía, la dificultad para gestionar un enfado o el impulso de reprimir cualquier emoción denotan una carencia en la gestión emocional que, sin duda, se puede revertir con el acompañamiento adecuado.

 

Trastornos psicosomáticos

Cuando experimentamos un trastorno físico asociado a un factor psicológico decimos que somatizamos. 

 

La psicoterapia y la práctica de atención plena —el mindfulness— son salvoconductos para llegar a la raíz de las emociones, los actos y los pensamientos que provocan esta somatización y encauzarnos hacia la salud física y mental.