Desde muy pequeñas/os nos han contado que es el amor en la pareja. Nos han dicho que es normal, que es bonito y que es lo correcto. Qué tiene que hacernos felices.
A medida que sumas calendarios y sigues consumiendo toda esa información: de los adultos, Tv, las canciones, los cuentos, las películas románticas, ¡incluso el refranero!… te vas haciendo cada vez más y más a la idea de que se espera de ti según género, posición y cultura.
Imagínate que te enamoras y sientes diferente a lo que te llevan diciendo desde que eres un bebé, que no te apetece partirte el alma en cada relación, o casarte y tener hijos o que el amor verdadero en el que crees es el que le tienes a tu persona y no a otra.
Juzgamos y decidimos lo que otro ser humano debe sentir.
¿Quién soy yo para elegir que es lo que te debe hacer feliz?
¿Quién eres tú para criticar mis elecciones?
No somos libres estamos a merced de cumplir las expectativas de los demás.
Y cuando descuadramos, cuando decidimos «salir del armario» y decirle a nuestro mundo lo que nos hace felices sentimos miedo, terror.
Dicho esto, retomo el inicio del post para que reflexionemos sobre unas pautas que nos envenenan la perspectiva del querer. Nos hacen creer que el amor es algo doloroso y agónico.
Algunas de las ideas que nos inculcan cuando hablamos de relaciones de pareja son:
- Que nuestro amor hará cambiar al otro. Nos engañamos diciéndonos frases como: «con tiempo y amor mi pareja dejará de hacer todas esas cosas que tanto me molestan o hieren«, «mi amor verdadero y que se sienta altamente amado por encima de todo hará que cambie y sea la persona que yo necesito». ¿Os suena de algo? Cuándo habéis modificado algo importante en vuestras vidas, dejar de lado algunas conductas, cambiar… ¿Quién ha motivado realmente esos cambios? Vosotros mismos, ¿verdad?. No discuto que el cambio sucediera con un empujón externo, un giro de la vida y el guion. Sea lo que fuere el protagonista directo y principal eras tú. Quizás exigirnos algo que depende al 90% de la voluntad de otro es mucho pedirnos. Yo no quiero ser responsable del cambio de nadie.
- El amor eterno lo perdona y aguanta todo. ¿Sino es que quieres flojito? Parto de la base que si tienes que usar la palabra aguantar en una relación es que algo no va bien. En toda relación hay momentos de malestar, tensión, desconexión, incomprensión… pero es que a veces confundimos la paciencia y el saber acompañar al otro en sus procesos con ser un saco de boxeo con el que está bien que se paguen todas las frustraciones, fobias, pasado, presente y futuras desgracias. Cuándo te pasas más tiempo perdonando, justificando, secándote las lágrimas, tratando de comprender ese insulto; en definitiva, sufriendo que quien amas no te trate como necesitas algo no va bien. Y seguramente te vas a sentir culpable por no «aguantar» la situación, si se lo cuentas a alguien te dirán que «aguantes», «que ellos/as son así», «que tampoco es mala persona», «que tenemos poca paciencia». Tu pareja tampoco te ayudará a llevar la culpa mejor. Con frases cómo «No me entiendes», «la culpa es tuya por ponerme de los nervios», «siempre estás con las mismas chorradas», «no me agobies», «siempre estás llorando», «no hay quién te aguante». No soy culpable de no querer que me trates mal. Si me pareciera bien tendría un grave problema.
- Los polos opuestos se atraen y se entienden mejor. Seamos prácticos: ¿Y si buscamos semejanzas y no diferencias?. El poder compartir hobbies, ilusiones, sueños, valores con nuestra pareja facilita la convivencia.
- El amor es omnipotente. Y por tanto normalizamos las faltas de respeto, que nos intimiden, que abusen de la confianza, que invadan nuestra intimidad, los interrogatorios, comportamientos destructivos y tiranía emocional. «En un momento de calentón decimos cosas que no sentimos, no hay que tomarse las cosas tan enserio», «Si no haces esto te voy a dejar», «Si me quisieras lo harías», «Tu amiga Pepita es una puta, he visto en el WhatsApp que se ha vuelto a ir con otro tío», «No me dijiste que en esa cena estaba X, me he tenido que enterar viendo las fotos en el Facebook ¿me ocultas algo?», «Te digo las cosas ya que te quiero», «No puedo vivir sin ti». Poca cordura para algo que se supone que sientes con mucha intensidad.
- Normalizamos el conflicto. Amores reñidos son los más queridos. Amores que matan nunca mueren. Nos parece normal estar enfadados, tristes, luchando, discutiendo… cuando debería ser normal estar tranquilos, sabernos queridos, respetados, entendidos. Parece que si tienes una relación sana (basada en el respeto mutuo por las necesidades, formas y sueños del otro) eres una persona aburrida. Que las relaciones desde la madurez de sabernos completos y respetados son menos relaciones que las del drama y el llanto.
Partiendo de esta base, y muchos otros mitos que en próximas entradas os traeré:
¿Cómo nos extraña que haya tanto corazón roto?
Reflexiona sobre estos puntos, observa cómo es o han sido tu relaciones y toma nota de todo aquello que te/os daña y quieras mejorar.
¡Hasta pronto!