SO-LA

Estar sola.

S

O

L

A.

SO-LA.

¿Sabes? Sin querer me ha venido a la mente una señora que sale por la televisión diciéndole a su hija: so-la, mi niña, tienes que estar so-la. Si frecuentas Twitter, habrás visto los memes de esta escena. Si eres más de televisión y lo viste en directo, ¿qué más te voy a contar?

Si te digo la verdad, el consejo, aunque esperpéntico, no fue un mal consejo. En este caso, hablaba de una relación de pareja, pero lo que te escribo a continuación bien puede servirte para todas las relaciones.

En fin, empecemos.

Definición

Según las definiciones de la RAE soledad es:

  • La carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
  • Lugar desierto o tierra no habitada.
  • Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.

Los humanos somos animales sociales. Desde los inicios de la especie hemos necesitado al grupo para poder sobrevivir. Estamos preparados para buscar, generar y conservar vínculos; además, se asocia la soledad con una potente emoción mediadora: el miedo.

¡Ay, el miedo!

Nuestro cerebro necesita protegernos y alejarnos de todo aquello que pueda ser un peligro para nuestro bienestar físico, emocional o social y la realidad es que la soledad tiene consecuencias psicológicas negativas, sobre todo en grupos vulnerables en un aspecto biológico (hormonas asociadas al estrés), psicológico (trastornos como la ansiedad o la depresión) o bien por un deterioro social (fobia social, desconexión con el entorno) y, por tanto. de la salud.

Tendemos a afrontar el miedo luchando, huyendo, evitando las situaciones que lo provocan o quedándonos bloqueados. Nuestro cerebro quiere protegernos y cree que así nos asegura la supervivencia. A veces lo hace con éxito, otras veces supone un problema.

¿Tienes miedo a estar físicamente sola?

¿Tienes miedo a estar rodeada de personas y sentirte sola?

¿Estar sola en tu caso se traduce en no tener pareja?

¿Tienes miedo a quedarte sola si dejas a tu pareja?

Como ves, estos de aquí son cuatro escenarios muy diferentes. Hoy te hablaré de tres de ellos, pues el primero da para otro artículo y demanda otro enfoque.  

Sentirme sola.

No necesitamos a los demás “solo” por estar. Es un poco más complejo que eso. Me gustaría que pensaras ahora en esas relaciones en las que te sientes a gusto, ¿qué tienen en común? Quizás te sientes comprendida, escuchada, acompañada, existen gustos comunes, te lo pasas bien y te sientes cómoda para ser tú misma.

Así, lo que nos hace sentir bien y en compañía es conectar emocionalmente con la otra persona. La cosa se pone fea cuando sientes que no encajas con aquello que te rodea, que estás fuera de lugar o que los demás no aceptan ni respetan quien eres.

No tener pareja.

A veces todo está bien, tenemos una profunda y gratificante red social, pero nos falla este punto. En una sociedad donde está todo tan medido y milimetrado se espera de los adultos que tengamos pareja y nos reproduzcamos. La brigada de la moral te dice a qué edad debes estar asentada, generar hijos, cuántos y no te dicen cómo debes hacerlo porque hasta aquí llegas tú sola.

Es mucha presión.

Además de la sociedad, que es algo como muy genérico, está tu entorno directo. ¿Casi todos comparten su vida en pareja?

Más presión.

Puede que tú también estés en ese momento de la vida en la que deseas compartirla con alguien.

Olla a presión.

Supongo que te han dicho que llegará, que ya conocerás a alguien, que disfrutes o cosas con más chicha (guiño, guiño) como que lo que te pasa es que eres muy exigente, que no tendrías que haber dejado a, que hoy en día no estamos conformes con nada. Yoqueséya.

Si este es tu caso déjame que te diga solo una cosa: destapa esa olla a presión y mira todo lo que la hace estar a punto de estallar. Y permíteme recordarte que no estás aquí para cumplir con las expectativas de nadie ni las que te impusiste hace un tiempo.

Quedarme sola.

Ya sabes lo que hace el miedo en nuestras vidas en cuanto nos aferramos a relaciones que no funcionan. Por hacer la lista corta:

  • Aguantar casi cualquier cosa por no quedarnos solas.
  • Hacernos creer que estamos así por no ser válidas.
  • Llenarnos de dudas.
  • No tomar decisiones imprescindibles como dejar una relación en la que no somos felices y ya no se sustenta por ningún lado.
  • Autoengaño.
  • Idealizar la relación o a la otra parte (de no hacerlo, sería impracticable).

Todas las personas del mundo deberíamos procurarnos un refugio personal en la que disfrutar de nuestra compañía, poner el foco hacía nuestro ser más profundo y darnos amor, relevancia, suficiencia y el valor que, en definitiva, tenemos. Sin embargo, la realidad es otra: parece que de alguna forma huimos de estos silencios, de este estar conmigo y vamos siempre en busca de llenar algunos huecos con la inestimable (y peligrosa en estos casos) compañía de los demás.

Entre estar siempre contigo y no estar nunca está el término medio. Y tu salud emocional.

Lo que hacemos para no estar solos

A veces, es tan grande ese miedo a estar solos que somos capaces de hacer cualquier cosa para que no nos dejen. Permanecemos en relaciones sin sentido y sin amor (sobre todo propio) con el único objetivo de no toparnos de frente con lo que nos supone no tener ese vínculo. Spoiler: hay momentos duros, pero tras ellos hay otros inigualables.

Te he hecho antes “la lista corta” y, si te parece, vamos a destriparla.

  • Aguantar. Te voy a confesar una cosa, cuando se sienta frente a mí una paciente y se refiere a su relación en términos de aguantar, en mi cabeza suena una alarma a decibelios dolorosos. Y no exagero. Obviamente, en cualquier relación hay concesiones, hay momentos en los que estirar, empatizar, comprender, tener paciencia… pero ¿aguantar? Me recuerda a aquella pared maestra de la casa que aguanta el peso de toda la estructura; pienso en que aquello que se aguanta mucho tiempo acaba cargándonos y que lo que nos carga sí o sí termina por doler. Y, efectivamente, dolor hay. ¿Estás aguantando alguna relación? ¿Qué costes tiene en tu vida? ¿Qué consecuencias hay al seguir con ella? Y, ya que estamos, ¿qué beneficios tiene seguir aguantando? Cuando lo tengas, seguimos.

¿Ya? Si tuviera que decirte algo, estoy casi segura que en beneficios hay poco de amor (propio y sano hacia la otra parte) y mucho de presión (tuya, de tu entorno inmediato o de la sociedad que nos impone unas reglas no escritas). Y esto me lleva al punto dos de la lista inicial.

  • No ser válida. ¡Hola autoestima! Tu valor no puede depender solo del amor que percibes en los demás. ¿Sabes por qué? En primer lugar, porque no es justo ni para ti ni para la otra parte; en segundo lugar, porque es muy peligroso poner algo tan valioso como tú en manos de otra persona; además, porque nadie que no seas tú podrá cubrir aquello que tú no valoras y, por último, al no darte valor, tu conducta acabará mostrando a la otra parte como asumes que mereces ser tratada. Y ya sabes lo que pasa cuando asumimos que nos pueden tratar de regular a muy mal y las consecuencias que esto tiene.

  • Dudas. Te prometo que no he visto dudar tanto a ninguna paciente hasta que se trata de romper con alguna relación. Es normal, llevamos una mochila llena de creencias, expectativas y experiencias que en contacto con el miedo te hacen ahogarte en “y si” y en “no estoy segura de”. Es como una especie de respuesta química insana que hace una mezcla explosiva que te nubla la vista. Y si, además, “no ha pasado nada muy grave” tenemos el ambiente perfecto para navegar a la deriva durante semanas. Frases prototípicas: “si me vuelve a hacer”, “tampoco es para tanto”, “igual estoy exagerando”. ¿Has estado o estás aquí? Toma nota del contenido de tus dudas. Otro spoiler: a la próxima tampoco será. Y sí, es para tanto. De hecho, es para todo porque, si no, no estarías aquí.

  • Autoengaño. La fase dura. Ya no es solo por lo que te comentaba en el punto 3, es que acabas mintiéndote en tantas cosas que parece que te quedas atrapada en una especie de tela de araña que te enreda, que te envuelve y que te deja paralizada esperando la estocada final. Una de las cosas que pido siempre es usar los verbos como tocan. Me explico: ¿no puedes o aún no te has decidido? ¿No quieres perder o estás tan pérdida que te da terror no saber volver? ¿No es para tanto o no quieres darle importancia para seguir adelante?

  • Idealizar o el colmo del autoengaño. Cuando la realidad es tan dura, cuando no tienes conexión con la otra parte, cuando no sientes que te traten con amor, ni respeto, ni cariño; cuando hay tanto malo, la relación no va como debería y/o te causa dolor  parece que las cuatro migajas que te arrojan son lo más maravilloso del mundo y te aferras a ellas como si de un todo se tratara. Te propongo olvidarte de ti unos segundos y pensar en si esto que estas viviendo ocurriera a una persona a la que quieres mucho: ¿qué pensarías? ¿Qué consejo le darías? Si el discurso que le dedicas a esta persona es radicalmente opuesto al que te dedicas a ti ¿qué estás haciéndote?

Me despido no sin antes desear que estés bien, que tengas salud y que te vaya bien en la vida.

4 comentarios en «SO-LA»

  1. La frase de ‘más vale estar solo, que mal acompañado’ cobra todo su sentido cuando te das cuenta que por no estar sólo te has perdido a ti y que hace tiempo no oyes tu propia voz.
    Gracias Cati, por enseñarme que hay momentos de bienestar con uno mismo y que hay que buscar esos espacios. Nuestro tiempo lo tenemos que dedicar a quien se lo merece!!

    Responder

Deja un comentario